sábado, 26 de enero de 2013

Musee des temps Barbares 2013


Los neandertales usaban ocre rojo hace 250.000 años, antes de lo documentado.

Los primeros neandertales utilizaban ocres rojos desde hace al menos 250.000 años, mucho antes de lo que hasta ahora se había documentado y coincidiendo con la época en la que también lo hacían los ancestros del hombre moderno del Pleistoceno medio en África.
Esta es una de las conclusiones de un trabajo publicado en la revista PNAS, en el que han participado investigadores del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh), en Burgos.
El hallazgo se ha producido en el yacimiento arqueológico de Maastricht-Belvédère, al sur de los Países Bajos.
En los laboratorios del Cenieh se han llevado a cabo los análisis de pequeñas cantidades de material rojo recuperado en las excavaciones de este yacimiento, que indican la presencia de hematites, un óxido de hierro componente principal del ocre rojo, cuya procedencia no se ha podido precisar con exactitud.
En este sentido, Mark Sier, del Cenieh, ha explicado que dicho material tenía que haber sido transportado hasta este yacimiento, “posiblemente desde decenas de kilómetros de distancia”, ya que como se desprende de los análisis efectuados en el citado centro “el hematites no forma parte del entorno sedimentario circundante”.
Los investigadores de este estudio no han especificado cuál es el destino que los neandertales daban a este mineral.
A este respecto, Sier ha aclarado que es verdad que existe una amplia gama de aplicaciones de óxidos de hierro por parte de los últimos cazadores-recolectores, desde su utilización como pigmentos hasta su uso medicinal.
No obstante, los científicos han preferido no especular sobre los usos específicos del ocre rojo en un pasado lejano “de los que no se ha encontrado ninguna constancia”.
El trabajo está liderado por Wil Roebroeks de la Universidad de Leiden (Países Bajos) y, además de Mark J. Sier, ha participado por parte del Cenieh, Josep M. Parés, coordinador del programa de Geocronología.

miércoles, 23 de enero de 2013

¿en qué creían los carpetanos?

En las creencias de los carpetanos no queda más remedio que introducirse en el movedizo terreno de la conjetura, porque al contrario que de los pueblos vecinos, no ha quedado rastro, al menos de momento, de los dioses carpetanos en la epigrafía romana. Ni Ataecina, ni Airón, ni Endovellicus, ni Lug, ni demás dioses de los panteones célticos y lusitanos, que son los más próximos a nuestros protagonistas.
Esto no significa que los carpetanos no adorasen a dioses propios, lo que ocurre es que no han aparecido vestigios del culto, o es que entre sus costumbres no estaba la de citar por su nombre al dios al que le pedían árnica. Probablemente tuvieron sus representaciones materiales de las divinidades, pero puede ser que el material sobre el que lo realizaban fuese perecedero, como la madera, o que la intransigencia de los acólitos de posteriores religiones asentadas en el solar carpetano acabara con sus restos.
Como buenos célticos (con sus matices ibéricos), debieron adorar a un dios sin nombre, un dios superior, máximo y óptimo, como el Júpiter romano, caracterizado por un notable talante guerrero. Pero también debieron de ser devotos de la Diosa de la Naturaleza y de la Fecundidad, la Diosa Madre celta, indoeuropea. Como no se ha documentado la religión druídica en la Península Ibérica, es de suponer que tampoco hubiese druidas entre los carpetanos. No olvidemos que las corrientes culturales y humanas procedentes del centro de Europa, atravesaron los Pirineos y aquí se fosilizaron, mientras que allende nuestras montañas protectoras y separadoras al mismo tiempo, tales ideas evolucionaban. Nuestros celtas proceden de una estirpe muy antigua, donde no había todavía sitio para las creencias druídicas. No obstante los carpetanos eran devotos de la Naturaleza, y realizaban sus prácticas de culto en santuarios al aire libre, algo que a los romanos les irritaba sobremanera, puesto que ellos estaban habituados a los templos cerrados.
Los carpetanos debieron adorar al caballo, y a las divinidades acuáticas, como la inmensa mayoría de los celtas peninsulares. En Complutum eran especialmente afectuosos con las ninfas de las aguas. No olvidemos la fama de los jinetes meseteños, por cuya contratación se pegaban romanos y cartagineses.
Durante época romana, el culto a Marte, el dios de la guerra romano estaba muy extendido, y se asociaba su culto con el toro, animal de carácter sagrado en todo el Mediterráneo y sus riberas. El toro tenía además un matiz de orden astral, tiene carácter funerario y también simboliza la fecundidad. La religiosidad indígena también estaba predispuesta a los sacrificios cruentos y combates gladiatorios en los funerales de grandes personajes, como Viriato, que no era carpetano, pero sí lusitano, con quienes hubo bastante contacto, y no siempre amistoso.
Sí se conocen aras votivas en la Carpetania con inscripciones romanas, pero dedicadas a dioses romanos, aunque seguramente muchas divinidades del panteón romano se asimilaron con los indígenas, como Marte. En cambio, las alusiones a religiones mistéricas orientales, y por supuesto a los viejos dioses carpetanos, brillan por su ausencia. También está documentado en los municipios carpetanos de época imperial el culto al emperador, cuya gestión llevaban un colegio sacerdotal dominado por libertos, los sevires augustales.
Diego Salvador Conejo

 

martes, 15 de enero de 2013

La utilización del Sax en la alta edad media hispanica

A día de hoy se pone en duda la utilización del tradicional cuchillo de los sajones, (Sax), en la alta edad media hispánica. De los siglos IX al XI no se han encontrado pruebas testimoniales ni arqueológicas, que puedan demostrar si los soldados de leva o guerreros utilizaban este arma a modo de ataque una vez llegados al cuerpo a cuerpo.
No obstante el sax esta documentado en los tiempos visigodos, tanto en Castilla como en el ámbito vasco / navarro desde los siglos VI al VIII. Los visigodos utilizaban este arma atado al cinturón en su parte delantera, al contrario que los sajones y vikingos, quienes parece que solían utilizarlo a su espalda. El sax, era un arma corta, empleada para el combate cuerpo a cuerpo como una espada secundaria de menor tamaño.
Durante los siglos IX al XI, se sabe que los ejércitos se des profesionalizaron, y pasaron a ser ejércitos de leva. Donde altos aristócratas adinerados obligaban a los campesinos a combatir a su lado en defensa de sus intereses. Estos ejércitos, según diferentes testimonios históricos, como el documento fundacional de Covarrubias. Acudían a la batalla armados principalmente con lanzas y escudos. ¿Pero?, una vez rotas las lanzas, que armas utilizaban esos antiguos antepasados.
En el ámbito anglosajón, se sabe que utilizaban hachas de mano que cumplían una doble función. Por un lado agrícola, y en segundo lugar de ataque en las batallas. Pero en la península, las cabezas de hachas encontradas durante los siglos IX al XI son prácticamente nulas. Esto no significa que no se utilizaran, ya que en los siglos VI al VIII hay numerosos restos arqueológicos. Simplemente significa que durante los siglos posteriores, parece que desaparecieron desde un unto de vista arqueológico.
De cualquier forma, la lógica hace pensar que los soldados de leva utilizarían algún tipo de arma para solucionar los combates cuerpo a cuerpo, una vez rotas o superadas las lineas de lanzas. ¿sax?, ¿hachas de campo usadas para la guerra?.
Aun cuando no hay pruebas concluyentes de su utilización, nos inclinamos a pensar que utilizarían hachas de campo como armas cortas, y seguramente algún tipo de sax que desconocemos, y que a buen seguro también tendría una doble función como herramienta y arma. Máxime cuando en épocas anteriores, sus antepasados godos, si habían utilizado y conocido este arma.

X najazd Barbarzyncow 2013


jueves, 10 de enero de 2013

Calendario de eventos, Castillo de Castilnovo


Muy pronto...


Warrior


martes, 8 de enero de 2013

viernes, 4 de enero de 2013

El espíritu del oso

Los celtíberos pensaban que en sus bosques, vivía un poderoso espíritu que los recorría y protegía bajo la forma de un gigantesco oso pardo. Este animal, era el símbolo del dios, o la diosa, Arconi.
El escritor romano Plinio, describe como existía la creencia popular entre las diferentes tribus, las cuales pensaban que tras cazar a un oso, y beber su cerebro. Los guerreros adquirían la fuerza del animal. Aquí el cerebro, el cual se encuentra en el interior de la cabeza, la cual era sagrada para los celtas. Pues en parte pensaban que ahí residía el espíritu de los hombres. Cumple la función de elemento mágico conductor de poderes.. Es la simiente, la sabia de la cabeza, donde reside el espíritu de los seres. Por ello nuestros antepasados, pensaban que al beber ese cebero, la fuerza del oso pardo y en parte la fiereza de su espíritu, pasaba del sagrado animal a ellos. En una especie de culto predecesor y ancestral del futuro mito de los berserker germánicos.
El espíritu, o dios encargado de custodiar los bosques era Arconi el oso. Un dios del que poco se sabe. Pero que posiblemente estuviera relacionado con el mundo natural, siendo un guardián de los bosques y lugares naturales, así como señor de los cazadores, y de las fuerzas primitivas.
Con la llegada del cristianismo, el mito se perdió, o quizás modificó, o quizás simplemente pasó de ser creencia popular a ser simple superstición de la gente cercana a los campos. Se sabe con certeza, que durante el periodo visigodo de Hispania, cultos paganos de los tiempos celtas, subsistieron al lado de la creencia cristiana entre los campesinos y pequeñas aldeas. Donde los lugareños no dudaban en rezar a Dios, al tiempo que acudían a depositar pequeñas ofrendas a los antiguos espíritus sagrados para sus antepasados, bajo montes, fuentes, y ríos. Hay constancia de esta existencia de cultos, al menos hasta el siglo VII. La llegada del Islam a la península supone un parón, y aun auge del cristianismo como seña de identidad entre los nativos, unidos contra la religión foránea, que con el paso del tiempo, y poco a poco, va desterrando al olvido a todas las tradiciones y creencias ancestrales. Al menos desde un punto de vista oficial, ya que el cristianismo se asienta con fuerza como alternativa al Islam, aunasí, en las aldeas y los campos, la gente sigue en parte rezando a Dios y siguiendo viejas tradiciones, por si acaso.

jueves, 3 de enero de 2013

martes, 1 de enero de 2013

¿Por qué el año acaba el 31 de diciembre?

El levantamiento de los celtíberos de Segeda, en la actualidad un pequeño pueblo zaragozano, hizo cambiar la fecha del fin de año hace dos milenios.
 
 
Todos damos por obvio que el año acaba el 31 de diciembre. El calendario empieza el 1 de enero y termina el último día de diciembre. Pero, ¿podía tener otro ciclo? ¿Podía empezar, un suponer, el 1 de junio y acabar el 31 de mayo? Podría. La razón de que no sea así, de que la Nochevieja sea la del 31 de diciembre, tiene un origen bélico, más de dos milenios atrás. Y el protagonista fue un pueblo celtíbero, Segeda, antecedente de lo que hoy es la pequeña localidad zaragozana de Mara, en la comarca de Calatayud.
Roma declaró la guerra a Segeda y, para adaptar organizativamente el mando de las tropas, cambió el calendario que regía hasta entonces en el mundo occidental. Segeda había adquirido fuerza y valor estratégico para que el Imperio romano decidiera declararle la guerra, lo que conllevó la modificación del calendario que se utilizaba hasta entonces, porque hacía falta elegir los cónsules y eso ocurría de ordinario el 15 de marzo, «primer día» del año político-administrativo romano. Pero como corría prisa, se optó por fijar como fecha de elección el 1 de enero, y aquel acontecimiento hizo que, desde entonces, el calendario adelantara el primero del año a ese día.
 

Cambio de fecha para guerrear

El ejército que movilizó el Senado romano para atacar a Segeda era de una dimensión inusual, 30.000 hombres, el doble de lo que hasta entonces era habitual en los contingentes que llegaban a la Península. La importancia que adquirió el conflicto hizo que Roma, en lugar de designar un pretor para dirigir la operación bélica, decidiera nombrar a un cónsul.
De no haber sido por Segeda, por el antecesor celtíbero del pequeño pueblo zaragozano de Mara, las uvas nos las tomaríamos los aragoneses (y el resto del mundo occidental) en una fecha meteorológicamente mucho más benévola: las doce campanadas y las doce uvas nos las tomaríamos a las doce de la noche del 14 de marzo.
Importante tuvo que ser Segeda como para que el Senado romano tomara decisiones de tanto calibre. Algunas crónicas de la época se refieren a esa ciudad celtíbera como «grande y poderosa». Era capital de la etnia de los Belos, controlaba un amplio territorio que abarcaba a varias de las actuales provincias españolas y, entre sus privilegios, tenía el de acuñar moneda, lo que a su vez era una clara muestra del poder social y económico que tenía esa ciudad.
 

Capital de los Belos

En el año 179 antes de Cristo, la ciudad de Segeda y Roma sellaron un acuerdo de paz. A cambio de pagar ciertos impuestos y del compromiso de no edificar nuevas ciudades en su territorio, Roma se comprometía a mantener la paz con Segeda y a permitirle que acuñara moneda. Pero en el año 154 antes de Cristo, Segeda inició la ampliación de sus murallas, para que alcanzaran hasta los 8 kilómetros de perímetro. Roma lo interpretó como una acción hostil que vulneraba el acuerdo de paz firmado veinticinco años antes.
El despliegue militar se hizo con rapidez. En vez de esperar al 15 de marzo para elegir a los cónsules, el Senado romano decidió hacerlo de inmediato, y cayó el 1 de enero. De esa forma, la operación militar se podía desarrollar a principios de verano. Si hubieran esperado al 15 de marzo para elegir al cónsul, los preparativos habrían demorado la maquinaria bélica hasta el invierno. Y los romanos sabían bien lo cruda que es esa época del año en estas tierras peninsulares.